En cualquier película; Blancanieves, Bambi, Cenicienta, La Bella Durmiente, La Sirenita, La Bella y la Bestia, Aladín, Pocahontas… La madre ha muerto, muere o simplemente no está – sin explicitar motivos. Como niña que adora a su madre, como joven reivindicativa y como mujer y futura madre, esto siempre me pareció un insulto. Pero, reflexionando sobre el rol de la mujer en cada película y en Disney en general, me he dado cuenta de que esto es un tributo a la mujer, y al personaje de la madre.
Es interesante que las películas de Disney giren en torno, en la mayoría de los casos, a personajes femeninos. Las heroínas, las princesas y las guerreras, son las que generan toda una serie de acciones e historias a su alrededor. Los prototipos de musa de Disney son, paradójicamente la madre, la princesa dulce, la princesa rebelde, la bruja o madrastra malvada y las hadas.
Las madres nunca – o casi nunca – aparecen en las películas. En mi opinión, es un personaje tan complejo, tan perfecto, que es demasiado difícil crearlo. Es un personaje “intocable” y si apareciera en las películas, nunca sería tan perfecto como lo recuerdan las hijas. Además, las hijas sufren y tienen que luchar por sí mismas precisamente porque su madre no está para hacerlo por ellas: las madres son la protección, el apoyo y el amor encarnados. Aunque la madre sea estrictamente necesaria para el desarrollo de un hijo, está claro que al no aparecer, los hijos han de crecer y madurar más rápido y de forma más abrupta. Que la madre no esté presente hace que, por ejemplo las princesas, tengan que crecer solas y tengan que ser salvadas por un príncipe: me pregunto, si las princesas hubieran tenido madres… ¿habrían necesitado príncipes azules? De hecho, que el personaje de madrastra sea cruel y atormentado también es un tributo a las madres, que son la versión verdadera, buena y auténtica del personaje perverso de madrastra. Aunque Disney no exhiba el personaje de madre, lo tiene en mente y lo idolatra a través del recuerdo de sus hijas, y también de esos reyes que desolados por la pérdida de su amor verdadero, se casaron de nuevo – siempre con versiones mucho peores que la original.
Con eso y con todo, Disney también ha dado alguna princesa rebelde. Ariel, la Sirenita, soñaba con dejar su mundo atrás para poder ir a conocer al chico del que se enamora y ver un mundo distinto. Es aventurera y algo temeraria, además de profundamente desobediente. Bella, la Bella y la bestia, es una chica a la que le encanta leer, pero decide adentrarse en un tenebroso castillo buscando a su padre e incluso, en un ataque de valor, cambia su suerte por la de él. Jazmín, la princesa de Aladín, se niega a casarse con el príncipe que le asigna su padre y en su lugar, se enamora de un pordiosero que roba a diario y tiene un mono como mascota – si eso no es rebeldía… Pocahontas también es una chica guerrera que decide de quién enamorarse y no deja que su padre ni su tradición cultural le digan quién es. Mulan, la última guerrera que ha dado Disney se hace pasar por un hombre para salvar a su padre y el honor de su familia. Aunque todas estas princesas son guerreras, siempre les guía el amor por su familia – elemento intrínsecamente femenino y profundamente dulce.
Aunque las princesas se distinguen en dos categorías, todas son mujeres ejemplares (sobre todo desde el punto de vista masculino), valientes, y dulces. Todas – hasta la más guerrera y dominante – necesita además un príncipe azul que las rescate de sus enemigos, o de ellas mismas.
Creo que Disney crea un panel de personajes femeninos similares entre ellos – a veces poco complejos – pero reales. Utiliza y enfatiza los mejores atributos de las mujeres – la belleza, la gracia, la delicadeza, la elegancia, la dulzura – para crear princesas que se convierten en modelos a seguir para niñas en todo el mundo. Además, la doble moral sugiere que si eres tan ideal como una princesa Disney, tendrás un príncipe azul igual de ideal que tú.
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